Agradecimiento Monseñor Guillermo Caride

Volver

Palabras de acción de gracias

 

Conmovido es la palabra que me expresa en este momento. Conmovido por este llamado de Jesús al episcopado; conmovido por la cercanía y el afecto de muchísimos estos días; conmovido por la alegría de la elección de un nuevo pastor.

 

El lema “Sentir con la Iglesia” lo elegí desde la memoria del corazón por todo lo que he recibido en ella. Surge de la gratitud.

 

De adolescente, fue ella la que a través de distintas personas me anunció a Jesús. Ella me enseñó a reconocer el amor de Dios en mi vida y me propuso un evangelio por el cual valía la pena entregar la vida.

 

Fuiste vos, Jorge obispo, quien a los seminaristas de aquella época y luego como sacerdotes jóvenes, nos testimoniaste y formaste en la pasión por la misión. Nos enseñaste a asumir los desafíos del presente y no ser quejosos.

 

En este presbiterio el Señor me regaló la experiencia de poder admirar la vida y el ministerio de muchos, de poder aprender de ellos. Le pido a Dios que ahora, como obispo, acreciente la capacidad de mis ojos para admirar la vida y el ministerio de los sacerdotes. Que pueda acercarme a acompañar desde la valoración de todos ellos.

 

Cuando se hizo público el nombramiento, aparecieron en mi interior muchos rostros de las comunidades donde viví el ministerio, y de muchos laicos que me ayudaron a crecer humanamente y como pastor. ¡Cuánto me han ayudado a hacerme preguntas, a escucharme, a no quedarme con una sola respuesta, a mirar la realidad desde distintos lugares, a ir más allá de mi propia experiencia o la de mi ambiente!

 

Dios me hizo dos grandes regalos que son muy importantes en toda mi vida, mi familia y los amigos. He tenido la experiencia de un papá y una mamá que se amaron mucho y nos amaron, de hermanos que saben estar cerca cuando uno necesita, aunque alguno viva lejos.

Los amigos han sido otro don, desde la adolescencia, en cada etapa, comunidad, Dios me regaló la experiencia de la amistad, me han acompañado y acompañan a lo largo de la vida.

 

El sentir con la Iglesia es fruto de la memoria y también del deseo del corazón. Es lo que elijo. No he encontrado mejor modo de encontrar lo que Dios quiere para mí que trascenderme y escuchar. Sentir con la Iglesia me ha permitido ir más allá de mis expectativas y de lo que  puedo imaginar.

 

Sentir con la Iglesia es un acto de la fe que atraviesa nuestra afectividad, y nos hace descubrir una pertenencia cordial más profunda que nuestras identificaciones políticas, la educación recibida o el ambiente social.

 

Sentir con la Iglesia es aprender a descubrir, vivir y celebrar  su santidad y belleza.

 

Sentir con la Iglesia es asumir el dolor del pecado en ella como propio y no desde la vereda de enfrente, poniéndonos frente a la misericordia de Jesús.

 

Sentir con la Iglesia es hablar con libertad, caminar juntos buscando la verdad, sostener la comunión en la diversidad y saber disentir sosteniendo el vínculo.

 

Sentir con la Iglesia es fidelidad al Espíritu en el tiempo presente, sin dejarnos  atrapar por los miedos o las falsas seguridades.

 

Hoy la Iglesia, con el Papa Francisco, nos convoca a una reforma misionera y la elijo. Asumo las orientaciones de la Asamblea Diocesana para mi labor pastoral.

 

Caminaré en el ministerio pastoral con este báculo. Está hecho con el bastón que usaba mi padre. Desde pequeño contemplé como un hombre puede ser fuerte asumiendo su discapacidad. El día de mi ordenación sacerdotal, a los 24 años dije que quería llegar a ser como mi padre; hoy, ya siendo un hombre adulto, sigo buscando lo mismo. Quiero ser un pastor que aprende a acompañar a otros asumiendo su fragilidad y hablando desde allí.

 

Le pido a Dios el don de la humildad: esa que nos hace valorar lo que somos y animarnos a aportar lo propio, pero con la conciencia de nuestros límites; que nos permite ser fuertes asumiendo la propia fragilidad.

 

Llevo en mi mano este anillo, signo de la esponsalidad que quiero vivir como Jesús, que amó a la Iglesia y se entregó por ella.

 

Le pido a Dios la confianza. Jesús es el Señor de la Iglesia. Él es fiel, y me llama en este ministerio a ser un signo, desde mi humanidad, del amor por su pueblo.

 

Que al mirar el anillo no solo me anime a confiar, sino también a pedir perdón cuando no me haya entregado en el servicio. Que experimente el dolor del esposo que descubre que no ha amado lo suficiente o ha sido egoísta con su mujer.

 

Hace un año me despedí de la curía y le agradecí a Oscar y a Martín lo vivido como vicario general. He disfrutado y aprendido mucho  al estar a su lado y trabajando con  ustedes.

 

Oscar, el Papa te prometió enviarte un auxiliar. Estás entregando tu vida al servicio de la Iglesia en Argentina. Espero poder ayudarte en el pastoreo de nuestra diócesis junto a Martín. Me conoces en mis capacidades pero también en mis mañas. Acá estoy.

 

Agradezco a los hermanos obispos que han venido: he tenido una cálida y cordial recepción de su parte en última asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal. Se los agradezco. Le pido al Señor que me ayude a le aprender cómo vivir y servir en el cuerpo episcopal.

 

Le doy gracias al Papa Francisco por esta elección en la persona del Señor Nuncio, y le pido al Espíritu poder ser fiel en la comunión con el Papa a lo largo de toda mi vida.

 

Agradezco a los hermanos pastores de otras iglesias que han venido. Con ustedes en tantas reuniones y celebraciones compartidas he podido tener la experiencia de aprender a mirar la Iglesia como Jesús la ve: Una.

 

Agradezco a las autoridades, nacionales, provinciales y municipales el haber compartido la celebración.

 

Le doy gracias a todos los que han preparado la celebración, al colegio Marín y a todos los que han colaborado.

 

Lea agradezco a todos el haber participado en esta celebración y me encomiendo a la oración de ustedes.  En ella, pidan que el Señor me regale la humildad y confianza para servir a todos ustedes como pueblo de Dios.

 

Que el Espíritu nos vaya conduciendo para aprender a ser discípulos de Jesús en este tiempo histórico que nos toca vivir. Que el Señor nos conceda “sentir con la Iglesia”.


Parroquia Nuestra Señora de la Merced - Julián Navarro 3546 (C.P. 1643) - Beccar - Buenos Aires - Argentina / Teléfono: 4512-8294